La situación de confinamiento que estamos viviendo afecta a todos los ámbitos de nuestra vida, y las relaciones de pareja no se quedan fuera de su radar de influencia.
En este entrevista realizada por Raquel Alcolea y publicada en ABC Bienestar, os hablo de los 6 errores que más desgastan tu relación de pareja en tiempos de coronavirus.
¿Cómo puede influir en la relación de pareja la intensidad de convivencia que se vive durante el confinamiento?
Estos acontecimientos han obligado a muchas parejas a pasar juntos mucho más tiempo del que están habituados y la mayoría de las veces en un espacio reducido. Además, deben seguir cumpliendo con su jornada de trabajo y en muchos casos ocuparse de los hijos que también se encuentran en una situación compleja.
Esto ha cambiado los hábitos de la relación generando nuevas rutinas que podrían debilitar los cimientos de la pareja, aunque también fortalecerlos. Lograr un resultado u otro dependerá del enfoque que la pareja esté dando a esta insólita situación.
En circunstancias normales las parejas tienen espacio para la convivencia y espacio para la independencia. El trabajo diario y el ritmo acelerado en el que nos movemos hace que las parejas pasen poco tiempo juntas, lo que aumenta sus ganas de verse.
Normalmente llegar a casa después de trabajar es un estímulo, un aliciente tras un largo día de actividad. Es el momento en el que la pareja comparte lo que ha vivido durante su jornada y esto refuerza el vínculo afectivo. Se comparten menos momentos, pero de mayor intensidad. La relación se concentra principalmente en el fin de semana, que es un tiempo limitado dedicado al ocio y al descanso, lo que ayuda a llevarse bien.
Pero esta situación excepcional ha cambiado la dinámica de la relación y sus reglas. Ha obligado a la pareja a convivir 24 horas al día semana tras semana, y además siempre dentro del mismo escenario, sin posibilidad de escapatoria o de evasión real.
La rutina de la pareja ha cambiado de manera drástica y la convivencia forzosa influye de manera irremediable en el día a día de la relación, haciendo que surjan dificultades que antes no existían o intensificando los problemas que ya estaban presentes.
Esta insólita situación aumenta los niveles de nerviosismo y ansiedad, y este estado emocional negativo provoca que se tengan menos paciencia y tolerancia de lo habitual. Nos volvemos más irascibles y saltamos a la mínima, aumentando los desacuerdos y las discusiones.
– Tal vez hayamos atravesado el ecuador del confinamiento, ¿cuáles son las señales que podrían indicar que esta situación está deteriorando la pareja?
Es lógico e incluso necesario expresar el agobio y la ansiedad que la situación provoca. Por ello, es comprensible que aumenten los roces, los desencuentros y los momentos de tensión en la pareja.
Si estas reacciones surgen de manera esporádica y puntual y después la pareja es capaz de volver a la normalidad, perdonando y olvidando, no habría que preocuparse en exceso porque forman parte del proceso de adaptación a la nueva situación.
Ahora bien, es posible que se esté abriendo una herida grave en la relación que podría provocar efectos irreversibles tras el estado de confinamiento. Las señales en las que debemos fijarnos para averiguarlo son la intensidad y la frecuencia de los desencuentros.
Hay que alarmarse cuando las discusiones, peleas, malas contestaciones y los reproches, se han convertido en un hábito de la pareja y han empezado a formar parte de su dinámica diaria. Si se llega a este punto también es probable que se pongan encima de la mesa temas del pasado no resueltos y que se empiece a sacar la basura acumulada debajo de la alfombra, lo que contaminará la relación aún más.
Habrá deterioro cuando los malos momentos hayan comido el terreno a los buenos, las muestras de cariño sean escasas y la comunicación esté llena de dardos envenenados, pasando del amor a la guerra emocional.
– ¿Cuáles serían las peores actitudes en esta situación y las que contribuyen a deteriorar la pareja en este contexto?
La particularidad de la situación que estamos viviendo hace que sea difícil de gestionar para todos. Pero hay ciertas actitudes que en lugar de ayudar a sobrellevarla la empeoran, añadiendo más complicaciones a las que ya existen.
Una de las actitudes que ejerce un poderoso efecto negativo en la relación de pareja es no dibujar una línea clara entre tiempo de trabajo y de descanso. Esto sucede cuando se termina la jornada laboral y la persona sigue frente al ordenador o atendiendo llamadas. Al hacerlo está restando tiempo a momentos de evasión y complicidad que son esenciales en una pareja porque les permiten compartir, hablar, reírse y relajarse.
Por tanto, es necesario definir la línea que divide el tiempo de trabajo del tiempo de relax.
Ya hemos comentado que es normal que existan más roces en la convivencia diaria, pero si la pareja no es capaz de poner un punto y final a la discusión pasando página de manera inmediata, y en lugar de ello mantiene una actitud rencorosa y de lucha de poder, se generará un ambiente muy tóxico y dañino. Esto contaminará a la relación, elevará la tensión y poco a poco se irá instalando en la rutina de la pareja llegando incluso a meterse en su cama, generando así problemas añadidos.
Por ello, es imprescindible que se escriba un punto y final detrás de cada discusión, pelea o desencuentro.
Estar obligados a compartir el mismo escenario durante tantas horas seguidas, puede provocar que se invada el espacio personal de la pareja, que no se la deje respirar. Es cierto que cuando los espacios son reducidos es complicado hallar la fórmula para solucionarlo, pero aún así es necesario facilitar esos momentos a nuestra pareja y respetarlos. Permitirla que tome oxígeno y haga lo que quiera, dejar de estar todo el día pegados.
Seguro que, si te paras a pensar, se te ocurren varias formas muy sencillas para lograr que esto suceda.
La convivencia forzosa también puede hacer que surjan actitudes de dejadez y poco solidarias con la otra persona. Esto sucede cuando se delega en la pareja todo el peso de las obligaciones diarias: limpieza, orden, hacer la compra, cocinar, recoger, atención de los niños…
Esta actitud es tremendamente egoísta y nada empática. Estamos viviendo una situación insólita que ha cambiado por completo nuestras dinámicas y rutinas diarias, y además con un grado de tensión muy elevado. Por tanto, es el momento de repartir responsabilidades, de dividir las cargas, de sumar en lugar de restar.
Por último, me gustaría mencionar otra actitud que es tremendamente negativa para la relación de pareja y que es muy habitual en la situación que estamos padeciendo.
Es frecuente que nuestro estado emocional vaya cambiando a lo largo de las semanas e incluso dentro de un mismo día. Esto es completamente normal y comprensible, no hay nada que reprochar.
Pero a lo que sí debemos prestar atención es al hecho de que nuestro estado emocional se refleja en nuestra apariencia externa, y cuando estamos bajos de ánimo puede suceder que nos descuidemos físicamente.
Si caemos en esta dinámica, es probable que empecemos a desarrollar malos hábitos de higiene o de aseo personal. Permanecer en casa 24 horas sobre 24 no implica estar todo el día en pijama, dejar de ducharse o descuidarse. Ver a tu pareja todo el día con la misma camiseta o con el pelo sucio, no beneficia a la pasión, ingrediente fundamental que nunca debe descuidarse en una relación de pareja.
– ¿Cuáles podrían ser las actitudes y recursos que pueden ayudar a llevar en pareja esta situación de forma constructiva?
La relación de pareja puede salir ilesa de esta situación e incluso fortalecida. ¿Y si te pusieras como objetivo aprovechar el encierro forzoso para mejorarla?
Para ello es necesario encontrar el lado positivo a lo que está sucediendo y aprender a sacarle partido.
¿Y cómo se hace esto que suena de maravilla pero que parece complicadísimo? La clave está en cambiar el enfoque que se le está dando a la situación y encontrar en ella la ocasión para mejorar la relación de pareja.
Es un buen momento para recuperar hábitos saludables que la rutina diaria se lleva por la falta de tiempo, las prisas o el estrés.
Estos días nos brindan una excelente oportunidad para mejorar la relación rescatando todo lo que se ha perdido debido al paso de los años.
Es tiempo de poner a cero el contador de nuestra relación. De comprometerse a practicar una higiene de pareja saludable volviendo a las buenas costumbres que se tenían al inicio, y que se han ido olvidando.
Parece complicado y más cuando se tienen hijos, pero solo se trata de instaurar pequeños hábitos en el día a día en forma de gestos, palabras de cariño y mimo.
Pregúntate, ¿Qué has dejado de decirle a tu pareja? ¿Qué detalles has olvidado? ¿Cómo la estás cuidando? Y recupéralo.
No hay esperar a que el otro dé el primer paso, cualquiera de los dos puede mover la primera ficha y cuando esto suceda la otra persona reaccionará y también la moverá.
Hacer esto transformará el encierro obligatorio en un escenario mucho más atractivo, que reforzará la relación. Ah! Y otra cosa importante, hay que seguir buscando lo momentos de conexión, complicidad y juego con la pareja. La pasión no puede descuidarse.
– ¿Cómo podríamos identificar el nivel (según los tres niveles que proponías en tu blog) en el que se encuentra la relación?
Las relaciones de pareja son dinámicas y van cambiando con el paso de los años.
Las circunstancias, los problemas, la rutina y otros factores externos, hacen que la relación vaya atravesando diferentes fases.
El estado de confinamiento nos brinda una excelente oportunidad para hacer una radiografía del nivel en el que se encuentra la relación. Hacerlo servirá de diagnóstico para identificar cuáles son sus necesidades. Permitirá tomar acción sobre lo que está pasando y buscar soluciones antes de que sea demasiado tarde.
La buena noticia es que sea cual sea la fase en la que esté la relación, siempre se puede hacer algo para solucionarlo.
Hay tres niveles en una relación de pareja. Los tres se pueden dar en cualquier momento de la relación, aunque suelen ir de la mano del tiempo que la pareja lleva junta.
Los tres niveles son:
- Nivel 1: Mucho amor y mucha pasión.
Cuando la relación está en este nivel, los dos miembros de la pareja se enfocan siempre en aquello que les gusta del otro.
Son capaces de reconocer lo que les gusta menos de la otra persona, pero le restan importancia.
Buscan la manera de pasar el máximo tiempo de calidad juntos.
Los dos se esfuerzan por complacer al otro, por cubrir sus necesidades.
Su estado de ánimo cuando están juntos será siempre positivo.
Se expresan y demuestran su amor cada día y cuidar la relación será lo más importante para ellos, haciendo todo aquello que saben que la va a fortalecer.
- Nivel 2: Mucho amor y poca pasión.
En este nivel hay mucho amor en la relación. Ambos tienen fuertes sentimientos el uno por el otro.
Aun así, empiezan a ser conscientes de cómo les está afectando la rutina del día a día.
Los momentos de intimidad con la pareja son cada vez menos frecuentes y hay poco espacio para el juego.
Se están perdiendo las rutinas que fomentaban la complicidad y la pasión.
Cuando la relación tiene mucho amor y poca pasión, la pareja será capaz de tolerar la situación al principio.
No querrán dejar que les afecte y tendrán la esperanza de que sea algo pasajero. Se autoconvencerán de que la pasión no es tan importante mientras haya amor y justificarán lo que está sucediendo, pensando cosas como “es lo normal en una pareja que lleva ya un tiempo”. Echarán la culpa a los problemas, al cansancio, a los hijos.
- Nivel 3: Poco amor y poca pasión.
Cuando la relación está en este nivel, está perdiendo la conexión. La pareja percibe que los sentimientos están cambiando.
Todo aquello que antes gustaba de la otra persona, ahora empieza a ser molesto.
Comienza a descuidarse la relación, desviando la atención hacia otras cosas.
Antes se buscaba tiempo para estar con la pareja y ahora ese tiempo se dedica a hacer otras actividades o a estar con otras personas.
Desaparece la complicidad que había al inicio de la relación y cada vez hay más señales de distanciamiento.
Se está perdiendo la comunicación.
El lenguaje que se usa en la relación ha cambiado y las palabras cariñosas y amables se transforman por otras más frías.
Puede que la idea de separarse o de romper la relación esté planeando sobre la cabeza de alguno de los dos. Es probable incluso que ya se hayan hecho intentos por mejorar la relación.
Cuando hay poco amor y poca pasión, aunque la pareja se quiere y se respeta no es realmente una pareja.
Si la pareja lleva tiempo en este nivel de poco amor y poca pasión suelen aparecen amantes, actividades o distracciones que ayudan a suplir las necesidades que la pareja no puede cubrir.
– ¿Qué podríamos hacer para mejorar el nivel de la relación y la pasión entre ambos?
Lo primero de todo es cambiar nuestra visión de la situación y verla como una oportunidad que hay que aprovechar para fortalecer la relación, para restaurar los trocitos que sabemos que se están deteriorando.
Una vez comprometidos con este objetivo hay que empezar a desarrollar y practicar hábitos saludables para la relación. Es decir, hacer aquello que sabemos que es bueno para nuestra relación y aumentar su frecuencia; y dejar de hacer todo lo que ya sabemos que la perjudica.
Se trata de centrarse en las necesidades de la relación para fortalecer el vínculo afectivo. De volver a prestar atención a los detalles, de empezar a cuidar aquello que sabemos que hemos descuidado porque tenemos la cabeza en la situación de confinamiento.
Hay que recuperar los hábitos saludables que la relación tenía antes de que todo esto comenzara e incluso aquellos que estaban presentes en los inicios de la relación. Por ejemplo: Dejar de dar por hecho que tu pareja sabe que la quieres y decírselo; fomentar lo momentos para la complicidad y dejar de poner excusas; prestar atención a esos detalles que antes nunca se te escapaban.
La dinámica de cada pareja es diferente y por tanto no hay una fórmula que sea igual para todas. Por ello, para descubrir qué acciones concretas van a mejorar la relación es bueno hacerse las siguientes preguntas:
¿Qué es aquello que favorecía a mi relación pero que he dejado de hacer?
¿Qué le gustaba a mi pareja y que hace tiempo que no le doy?
Averigua qué hábitos de la relación has perdido y empieza recuperarlos. Pasa a la acción y vuelve a ponerlos en práctica con tu pareja. No esperes a que el otro dé el primer paso, hazlo tú, mueve ficha. El amor es el único juego en el que está permitido empatar.
Por último, es importante señalar que, aunque cada pareja tiene sus particularidades, hay un ingrediente mágico que es absolutamente imprescindible en cualquier relación: la pasión.
La intensidad de la pasión va variando a lo largo de la relación, es comprensible, pero nunca debe desaparecer. Siempre hay que encontrar tiempo para la complicidad, el juego y la pasión.
¿Y cómo se hace esto? Buscando esos momentos de manera deliberada, lo que implica colocar la pasión en la primera posición del ranking de prioridades en nuestra relación. Cultivar la pasión nunca debe estar en la lista de temas pendientes, nunca se debe dejar para “mas tarde”. Y la pasión no se limita al sexo, abarca muchas más conductas.
Es razonable que la pasión se vea afectada por esta situación, que no tengamos ganas de alimentarla, que nos cueste demasiado esfuerzo, pero es necesario que siga formando parte de los hábitos de la relación. Lograrlo es una cuestión de prioridades, de entender que hay que empeñarse en buscar el momento y si no se encuentra, hay que crearlo aprovechando situaciones cotidianas del día a día: una ducha o baño relajante mientras los niños (si se tienen) ven una peli; una mini siesta; un masaje exprés…hay muchas fórmulas de llevar la pasión al día a día de la relación, solo es cuestión de convertirla en una prioridad y de cuidarla.